Escribo el título y miro la pantalla en blanco, el cursor titila esperando las indicaciones para llenar el espacio con caracteres.
No es tan fácil, quisiera decirle.
Pero solo es un cursor.
No puedo.
Eso no es para mí.
No puedo, mi cuerpo no puede.
Mi cuerpo no puede hacer eso.
No puedo, es demasiado
mi cuerpo es demasiado.
No puedo,
la altura no es el problema.
Grandota.
Las palabras importan.
No soy alta, soy grandota.
Entonces no puedo.
No puedo hacer lo que hacen,
las de tamaño “normal”.
No puedo,
y la vergüenza
y el no querer intentarlo,
el estar convencida
de que no puedo
mi cuerpo, no puede.
Tenía 12 años, y una profesora de educación física que desde el día uno intentó convencernos de que éramos capaces de todo. Una profesora bastante mayor que se paró frente a un grupo de adolescentes y nos dijo que nuestros cuerpos eran fuertes y maravillosos, que teníamos que movernos, correr, nadar, jugar. Deporte era su palabra mágica y en su deseo de empoderarnos y de hacernos mover el cuerpo, no aceptaba molestias ni excusas (sobre todo las menstruales, ay odiaba las excusas menstruales). En el momento me parecía extrema y demasiado exigente, hoy… hoy no.
Tenía 12 años cuando una evaluación consistía en diferentes actividades de gimnasia: correr 10 minutos, hacer no sé cuántos abdominales, HACER LA VERTICAL (así le llamamos en Argentina a pararse con las manos). Hacer la vertical, mi peor pesadilla. Mi cuerpo no puede, grandota, no puedo. De todas las veces que lo intenté, solo el día de la evaluación pude hacerlo, y lo hice con una facilidad como si algún fenómeno sobrenatural en ese momento me hubiese empujado y sostenido para que parezca que era algo que hacía cada día. Solo el día de la evaluación, mi cerebro dejó a un lado su convencimiento y sus no puedo, para que pudiera pasar la prueba.
Nunca más volví a hacerlo. Nunca más volví a intentarlo
No digo que me haya quedado quieta, pasé al voley, empecé a bailar, más tarde a nadar con más disciplina y a ir al gimnasio. Nunca fui una persona sedentaria, quiero decir. Pero salvo el baile, todo lo demás lo hacía porque no podía permitirme no hacerlo. No puedo, mi cuerpo es demasiado, el peso, la forma.
Nunca fui una persona sedentaria, pero nunca más volví a intentar hacer la vertical.
Hasta que empecé a Ashtanga y llegué a Sirsasana.
Desde que empecé sentí amor y odio por la práctica, frustración, cansancio, ahogo, dolores hasta el momento desconocidos, fastidio y ganas de dejarlo para siempre. Sin embargo, la mayoría del tiempo lo que sentía era una fascinación enorme por lo que mi cuerpo era capaz de hacer, cada día que sumaba una nueva postura a mi práctica era un día en el que volvía a mi casa con el pecho hinchado de orgullo y una consciencia plena sobre lo maravilloso que es mi cuerpo (quisiera que mi profe de los 12 leyera esto). Hasta que llegué a Sirsasana y mi respuesta a la profe fue “no, yo no puedo”.
Y no podía,
hasta que pude.
Claro que pude.
El cuerpo es uno de mis temas de escritura.
No lo fue siempre. Que pase de ser un tema en mi cabeza a ser un tema en mi escritura fue un proceso largo, desafiante e intermitente. Pero aquel momento, ese momento en el que el mundo se dio vuelta durante diez respiraciones, ese momento en el que todo mi cuerpo se mantuvo recto, firme y relajado a la vez, sobre la fuerza de mis brazos, mis hombros, mi torso, mi cabeza, ese momento fue el que hizo que cuerpo y escritura se volvieran inseparables.
Cuando una persona que escribe empieza a practicar yoga, no hay forma de que cuerpo y escritura no se vuelvan uno.
Cuando una persona que practica yoga empieza a escribir, no hay forma de que cuerpo y escritura no se vuelvan uno.
Y yo no soy una gran practicante de yoga, pero hay algo que me dijo Caro Chavate hace mucho tiempo que me quedó grabado y es que este vínculo, el del yoga y la escritura, se trata de la presencia, se trata de habitarnos y nombrar(nos).
En el 2023 las chicas de Tribu Barcelona me invitaron a dictar un taller de juego y escritura. Un taller en colaboración con Reni, profe de teatro, en el que empezaríamos moviendo el cuerpo como cuando éramos niños y luego, escribiríamos. El taller tenía un nombre, pero en mi cabeza siempre se llamó “Cuerpo y escritura”.
A ese taller, asistieron ocho o nueve mujeres y un hombre. La escritura siempre es única, pero me impactó ver cómo la escritura nuestra, la de las mujeres, estaba cargada de culpa, dolor y vergüenza, mientras que la de él desbordaba de gratitud. Uso el verbo impactar y no sorprender. Hay verdades que impactan, incluso cuando no son una sorpresa.
Escribo esto mientras transito un período de recuperación que me obliga a frenar y a poner toda mi atención en mi cuerpo.
Escribo esto mientras le doy a mi cuerpo el descanso que necesita.
Escribo esto después de haber pasado por una intervención quirúrgica que a pesar de su relativa simpleza, movió piezas dentro mio que llevaban tiempo quietitas y despertó miedos que hasta ahora nunca había tenido.
Escribo esto desde otro lugar, uno en el que siento un profundo agradecimiento y amor hacia mi cuerpo.
Tuve meses para prepararme y lo hice con total consciencia, pero sobre todo, con mucha escritura.
Siempre que alguien me dice que no escribe porque no sabría qué, pero que quisiera probar, lo primero que respondo es “identifica tus temas”. No siempre es una tarea con un principio y un final, por lo general nos pasamos la vida identificando temas que nos obsesionan o en los que siempre damos vueltas, además de que van mutando con nosotros. Es un ejercicio que nunca se termina, pero para el que no se necesita nada para empezar: se trata de sentarse frente a una hoja en blanco y empezar a listar.
El cuerpo es uno de mis temas de escritura, decía.
Y aunque llevo tiempo con la idea de esta entrega en mi cabeza, di muchas vueltas hasta que me senté a escribir.
No me es fácil pasar días con tanta atención y conciencia puesta en mi cuerpo.
Y me es muy difícil la vulnerabilidad cuando se trata de este asunto.
Pero hay varias cosas que hicieron que finalmente me animara a tocar el botón publicar (¿me animaré a tocar ese botón? me pregunto mientras escribo)
UNO: me acaban de operar y toda mi atención está puesta en mi cuerpo.
Mi situación actual, esta etapa de cuidado, conciencia y presencia, me resulta inseparable de mi escritura, además de que me regala tiempo para venir a crear a este espacio sin presión y desde el deseo.
Quizás esta pausa era lo que necesitaba para que esto deje de ser una idea de escritura y pase a ser una entrega de La costumbre de escribir.
DOS: Elizabeth Gilbert…. ¿cuándo no?
Ayer escuché esta entrevista a Liz en la que habla de la exposición. El entrevistador le preguntaba algo así como si no se cansaba de sí misma y del hecho de que su trabajo literario sea mayormente, la escritura de su vida. Ella responde que sí, y que cada vez que publica algo se dice así misma “no lo hago nunca más”, pero que no podría hacerlo de otra manera.
“I figure out my life by writing about it and talking about it. I want to undestand what happened or why I’m like this”
No me estoy comparando con Elizabeth, ni siquiera escribo en este espacio como acto de creación literaria, pero escucharla me dio un empujón, me ayudó a recordar que mi escritura y mi vulnerabilidad van de la mano, que este espacio nació desde la incomodidad y desde el deseo de compartir mi costumbre de escribir, sin que importen demasiado las formas y poniendo el foco en eso que me nace compartir.
TRES: el primer taller del año.
Uno de los proyectos que decidí posponer este último trimestre del año fue un taller que me hace muchísima ilusión, un taller que se gestó de a poquito y que ahora sí, se hace realidad.
Con María Josep nos conocimos en un ámbito que no tiene nada que ver con nuestras prácticas y clases, pero a esta altura estoy convencida de que la vida nos pone en el camino a las personas que necesitamos conocer.
Juntas creamos el Taller de Yoga y Escritura, un encuentro para conectar con el presente.
El sábado 11 de enero a las 10:30 comenzaremos la mañana con una práctica de Hatha Vinyasa Yoga y luego integraremos cuerpo y emociones a través de una práctica de escritura personal.
Una práctica de yoga para conectar con el cuerpo, explorar la calma y cultivar armonía. Una práctica de escritura personal para reconocer emociones y nombrar eso que llevamos dentro.
Más información e inscripciones en YogaOne Surya, Les Corts, Barcelona.
Al papel…
¿Sabes cuales son tus temas de escritura? ¿Hay temas, personas, conversaciones que te obsesionen o por los que sientas un fanatismo desmedido?
Haz una lista y cuando sientas que no se te ocurre nada más (seguirán apareciendo temas eventualmente, ya lo verás), elige uno al azar y escribe sobre eso.
Una pregunta disparadora
¿Cómo es la relación que tienes hoy con tu cuerpo?
Gracias por llegar hasta aquí.
Nos leemos.
Car
A mi cuerpo: gracias por tanto.
Stationery trip: Viaje de journaling y papelerías a Japón 2025
¡Queda un solo lugar! El 17 de marzo nos encontramos en Tokyo para dar inicio a un viaje inolvidable de 15 noche por el país más journaleable del mundo. Encuentras más detalles sobre el viaje y el formulario para recibir toda la información en este sitio web.