Vacaciones día cero.
Ayer cuando salí de mi trabajo (el formal en relación de dependencia) empezaron mis primeras “vacaciones de agosto”.
Me refiero a “vacaciones de agosto” como un concepto que abarca mucho más que el hecho de que me estoy tomando vacaciones en el mes de agosto. Es la primera vez que salgo de vacaciones al mismo tiempo que todo el resto de mis compañeros. Se siente raro. Llevo unos días pensando en esto y a veces mi cerebro intenta resumirlo a un “bueno, es como enero en Buenos Aires”. Pero no.
Enero en Buenos Aires es una bajada de ritmo, parte de lo público se toma una pausa, los chicos no tienen clases, entonces mucha gente aprovecha y se va de vacaciones, pero la rueda sigue girando. En Argentina nunca es una opción que la rueda deje de girar (otro tema a desarrollar, ahora que vivo en España me doy cuenta de que no es que no podamos permitirnos que la rueda frene, sino que es algo más cultural, una especie de ansiedad colectiva, un “y qué pasa si cerramos”, un “si frenamos nos fundimos”, un “el laburo hay que cuidarlo y siempre será sacrificio y sufrimiento”).
Ojo, no estoy diciendo que una cosa sea mejor que la otra, ni diciendo que acá, en España, todo es maravilloso y mejor (no soy de esas personas), de hecho…. bueno no importa, lo que quiero decir es que es distinto, que acá la rueda frena.
En todos mis años de trabajo en relación de dependencia, me fui de vacaciones sabiendo que todo seguía avanzando, que en mi lugar quedaba alguien que cubriría cualquier cosa que sucediera.
Ayer puse el Out of Office en mi correo y por primera vez en todos mis año de empresa no tuve a nadie a quien poner en caso de urgencia. No es que vaya a recibir muchas urgencias (pues la rueda frena) pero si recibiera alguna, esta moriría al instante en mi bandeja de entrada.
Nunca hubiese elegido tomarme vacaciones en agosto (exceso de calor, de personas, de niños, de precios), pero por primera vez no tuve elección, y aunque al principio estaba molesta, luego elegí quedarme con la curiosidad que me genera ver que todos nos desconectamos al mismo tiempo.
Hacer vacío, pienso.
¿Cómo será la vuelta?, me pregunto.
Tengo mis vacaciones planeadas hace algún tiempo, y desde entonces supe que estas serían unas vacaciones de conectar con lo que necesito conectar (mi alma, mi interior, mi pareja, mi cuerpo, la lectura, la escritura y el journaling) y desconectar de eso a lo que necesito bajarle el volumen (el teléfono, Instagram, el trabajo, lo externo).
El después.
Lo que no me gusta de agosto es que a la vuelta todo empieza muy rápido. Porque muchos comparamos a agosto con el enero argentino, por el calor y el ritmo, pero en realidad sería un febrero.
En septiembre empieza el año. Por eso, las últimas dos semanas me enfoqué mucho en darle forma a ideas que llevan tiempo dando vueltas en mi cabeza. Quiero que la vuelta sea lenta y con planes suaves.
Entonces, hoy quiero compartir por acá un adelanto de las propuestas que abriré a la vuelta:
Encuentros de escritura cotidiana, RELOADED.
Después de mucho tiempo haciendo encuentros de escritura en modalidad quincenal, me di cuenta que el hábito de escritura necesita crearse poco a poco, a un ritmo lento pero sostenido. Pero sobre todo, confirmé que hacerlo en grupo es un bálsamo que aliviana el camino.
En octubre empezamos un nuevo ciclo de Encuentros de Escritura Cotidiana, semanal, de duración anual, online y en vivo.
Enviaré todos los detalles entre los últimos días de agosto y los primeros días de septiembre, empezamos la primera semana de octubre.
Si te gustaría ser parte, completa este formulario (recuerda que recibirás la información a la vuelta de las vacaciones)
Somos un todo, somos la suma de las partes.
Parece una obviedad decir que no somos un título, ni una profesión, ni una sola de nuestras facetas. Que no somos nuestras ideas, ni lo que hacemos con ellas. No somos ni nuestras decisiones, ni nuestros pensamientos. Todo eso nos forma, alimenta nuestras características, pero sobre todo, es la combinación de todo lo que nos compone lo que nos hace únicos.
Parece una obviedad, parece que todos a esta altura ya entendimos lo verídico de esa afirmación y, sin embargo, nos lo seguimos olvidando.
En la entrega pasada, escribí sobre mi decisión de dejar el trabajo que yo misma me había construido. En ese momento, incluso viendo cuáles habían sido los errores, qué cosas tendría que haber hecho, decidí dejarlo. Es curioso cómo a veces, sabemos qué es aquello en lo que nos estamos equivocando y sabemos cuáles son los pasos que nos ayudarían a llegar al lugar donde queremos, e igualmente, el cuerpo y la mente nos piden una pausa.
Carla, hasta acá. Me dije a mí misma.
¿Qué hice? Después de años de experiencia corporativa, manejos de equipos, universidad, formaciones y después de acompañar a muchas personas en sus propios caminos como emprendedores y empresarios, decidí irme a trabajar de algo que nunca había trabajado, donde me pagaban mucho menos de lo que quería (una miseria realmente) y de algo que claramente no tenia nada que ver con mi vocación. Por momentos era como si estuviese jugando a ser otra persona y me sirvió durante un tiempo. Sobre todo me sirvió para ver en perspectiva el camino recorrido.
Después de años ayudando a otras personas a que pongan en palabras su identidad para construir la de sus empresas, de ayudar a personas que se miren de frente como un conjunto de todo eso que los compone, me di cuenta de que mi mayor error había sido el querer encajarme en algo, el escuchar cuanto consejo empresarial daba vueltas a mi alrededor. Me di cuenta que mi mayor error fue no verme a mí misma como un todo, que eso mismo que me diferenciaba en muchas consultorías y proyectos era lo que tenía que expandir y no silenciar. Tenia que dejar de querer separar la creatividad, de la escritura personal, de la comunicación, porque primero, yo no creo que haya forma de que estos aspectos vayan separados, y segundo, es precisamente la combinación de todo eso lo que compone mi propia identidad, y, por lo tanto, lo que debe guiar mi camino vocacional.
Una vez una persona me dijo que para mí todo seria más fácil si tuviera un solo producto o servicio para vender, pero que no tenerlo, era precisamente lo que me hace ser yo misma. “Si solo vendieras una cosa, esa no serías vos, todo esto te cuesta, porque lo que tenés para ofrecer es todo lo que te compone como persona, sos vos, tu escucha, tu experiencia, tu sensibilidad, tu propia identidad”.
No es que no lo supiera, pero a veces entre ver de frente a nuestras habilidades y dar el paso que nos lleve a tomar acción hay un largo trecho.
En septiembre volveré a abrir agenda de consultorías personalizadas 1 a 1. Para personas que quieran trabajar en poner en palabras su identidad, la de sus marcas o empresas, para quienes necesiten definir una identidad verbal en sus negocios o proyectos, o quieran crear estrategias de comunicación alineadas a lo que son y lo que creen y no lo que los algoritmos de turno digan. Lo haré a mi manera, volviendo a mi esencia, combinando la escritura personal con la creativa con la comunicación estratégica. Tendré muy poquitos cupos porque me gusta dedicarle tiempo. Si te interesa, quédate cerquita, a la vuelta hablamos.
Hasta acá, se acabó el spoiler.
Me voy contenta, con ganas de descansar, disfrutar y nadar mucho (¡hola playita!) pero también entusiasmada con todo lo que me (nos) espera a la vuelta.
Si tu también eres parte de la rueda que frena, te deseo unas vacaciones llenas de todo eso que te gusta y te hace feliz.
Si tu rueda sigue girando, espero que en esos giros tengas muchos momentos de disfrute.
Kit de journaling, cuatro libros y un cuaderno de escritura en la maleta. Instagram eliminado en 3, 2, 1.
¡Hasta la vuelta!
Car