Para quienes sienten mucho, todo el tiempo.
Sobre el contexto, lo que nos duele, lo que nos da felicidad, nos llena el corazón. También sobre cumplir sueños (y un lanzamiento muy especial).
Ayer volví a publicar un post de Instagram, uno de esos post con mucho texto, anti algoritmo, anti todo lo que Instagram quiere. Era un texto más adecuado para este espacio, pero la inmediatez hizo que elija Instagram en vez de Substack. Aquí me gusta tomarme mi tiempo, escribir, siempre con honestidad, pero a un ritmo que me hace sentir más cómoda, tranquila. Me gusta poder escribir, dejar descansar esas palabras, releer, hacer algunos cambios, y después darle al botón publicar. A veces la edición es un proceso bastante largo, por lo general mucho más largo que el de la escritura del primer borrador. Sin embargo, intento que el resultado final sea lo más fiel a esas primeras ideas posible.
Ayer, necesite volcar en ese espacio público un poco de todo lo que me viene pasando por dentro. Por un momento me arrepentí… tanto ruido y yo solo aportando más al bombardeo constante de información, experiencias, reflexiones, ventas, etc…
Me arrepentí por un momento, pero enseguida sentí el alivio de sacarse la bolsa del supermercado del hombro esos días en los que la compra excede la necesidad inicial. Y después, llegaron algunos comentarios, llegó el sentimiento espejado, la humanidad compartida y recordé lo bien que se siente poner en palabras, decir en voz alta, abrirse, ser vulnerable.
Mis palabras de ayer, hoy.
Vengo con días de energía rara. Digo rara, pero lo que siento es una mezcla de muchas cosas. Digo rara por no enroscarme en mis propias palabras, por no contar al detalle todas las emociones que vengo sintiendo. Pero llega un momento en el que decir (escribir, decir en voz alta, publicar) se hace necesario.
El fin de semana pasado lo pasé en la montaña, en una de mis zonas preferidas de Cataluña, la comunidad en la que vivo hace casi 5 años, si pienso solo en mí (esa especie de escaneo meditativo de poner los pies en el presente y observarnos), puedo decir que me sentí tranquila, que estuve feliz la mayor parte del tiempo, que comprobé una vez más que el aire puro de montaña es lo que me gustaría respirar cada día.
Mientras tanto, a no muchos kilómetros, muchas personas estaban (y están) sufriendo las consecuencias de un desastre "natural" (digo natural y no me gusta, ¿climático sería más adecuado?). Las imágenes me estrujan por dentro, son imágenes que, lamentablemente, me resultan conocidas, que me traen recuerdos, Argentina, Mar del Plata, La Plata, Buenos Aires. Mientras en la tarde del sábado yo me senté con mi ordenador a trabajar en mis proyectos que verán la luz estos días, me invadió la culpa por seguir mientras tantas personas no pueden. La culpa de que haya personas sufriendo demasiado cerca y yo sentada respirando aire limpio de montaña y trabajando en mis sueños.
La culpa es un sentimiento espantoso. Se enrosca, atrae otros tantos pensamientos angustiantes.
A varios kilómetros más pero no tan lejos, hay muchas personas más sufriendo por una guerra que tampoco es que esté tan lejos de donde vivo. Pero claro, eso lleva tiempo sucediendo, y reconozco con vergüenza que hay días en los que me olvido de esa gente. Sin embargo, que algunos días no piense en ellos, no hace que sienta menos tristeza.
Un poco más lejos, a un océano de distancia, estaba por empezar una semana muy importante, una semana de mucha felicidad, de celebración del amor. Una de mis mejores amigas se casa y, esta vez, a mí me toca transmitir mi felicidad y mi apoyo (si es que eso es posible) por teléfono. Una felicidad inmensa comparte el lugar en mi corazón y en todo el cuerpo (se siente con el cuerpo entero) con una tristeza que tiene demasiados matices. La distancia, la amistad, la familia, perderse, los vínculos transformándose.
Hacer cosas que nos hacen bien, trabajar por nuestros sueños, sentir felicidad por las cosas simples de la vida, conviven con el dolor por el sufrimiento ajeno, con la tristeza de estar lejos, conviven con la incertidumbre y con el no entender por qué pasan las cosas que pasan, por qué se hace tanto daño, por qué (los que tienen el poder y el deber de hacerlo) cuidan tan poco a la gente. El alivio de ver seres humanos ayudando a otros seres humanos sin importar nada más, combina con mi felicidad inmensa por ver a una de las mujeres que más quiero y admiro en la vida, formar una familia a base de amor y compañerismo.
Mis ganas de poner todo en pausa por la culpa que me genera vender algo en este contexto, se mezclan con mis ganas de seguir adelante. Calculo que de dónde venimos nunca deja ser parte de lo que somos. Aunque cambien muchas cosas, hay habilidades que me dio nacer y crecer en un país de incertidumbre constante que no puedo olvidarlas y que me dan la fuerza para seguir adelante.
Como muchos, siento todo esto con mucha intensidad, lo cercano y lo de lejos, lo comunitario y lo familiar. Y como muchos emprendedores a quienes admiro y sigo, me hice muchas preguntas estos días.
Sé que nadie tiene que dar explicaciones de lo que hace o deja de hacer, pero sentí la necesidad de decir lo que siento, de contar que las cosas que pasan no me dan igual. No lo hago por el qué dirán, lo hago porque estoy aprendiendo a decir las cosas que siento, en el momento en el que las siento, a mi manera, como me sale.
El martes, una compañera del taller literario del que participo dijo "necesitamos ver que el mundo sigue adelante, que cosas buenas siguen sucediendo". Sus palabras fueron como un bálsamo. Si todos nos quedamos en silencio, si solo dejamos que se comparta lo terrible (que es necesario, porque no tenemos que olvidarnos de lo que pasa y de quienes necesitan nuestra ayuda), salir adelante se vuelve cuesta arriba.
No nos olvidemos de quienes necesitan nuestra ayuda, sigamos ayudando, pero también, sigamos construyendo. El mundo no necesita a más personas pasándola mal.
La escritura como terapia, siempre.
Muchas personas me escribieron para decirme que había puesto en palabras exactamente lo que sentían y que hasta el momento no habían podido expresar. Pero a la vez, yo pude escribir esto, gracias a que leí a muchas otras personas expresando cómo se sentían.
Que la escritura sea terapéutica, confirmo una vez más, no tiene que ver solo con lo que pasa en la privacidad de nuestros diarios. Compartir lo que escribimos (lo que vivimos, lo que sentimos), compartir ese proceso mediante el cual una persona pudo dar un orden a todo lo que lleva dentro a través de las palabras, se transforma en un bálsamo colectivo, en un espacio colectivo, en un espejo donde no solo nos vemos, sino que nos encontramos… ¿hay algo más lindo que sentirse acompañado?
Yo soy muy defensora de escribir siempre, lo sabes, intento practicar la escritura optimista, esa que sale cuando nos sentimos bien, plenos, felices. Reconozco que me cuesta, que para mí es mucho más fácil sentarme escribir cuando hay m*erda para sacar, pero intento que no sea así, y en mis talleres, trato de animar a todos a que escriban en diferentes momentos.
No sé desde dónde me lees, quizás algo de todo esto te toque más de cerca. Sea así o no, mi invitación hoy es a escribir sobre cómo te sientes, estes viviendo lo que estés viviendo, lo bueno y lo malo, las pequeñas alegrías cotidianas, y la ansiedad por los males del mundo. Pon en palabras, escríbele a esas personas a las que lees y en las que te ves reflejada, intercambia sentimientos y, sobre todo, intenta tener una postura abierta, no dejes de tener presente que todos hacemos lo que podemos.
Sobre seguir adelante.
Reconozco que a veces me gustaría poder parar del todo. Dejar de hacer un ratito, dejar pasar las ideas que no puedo detener en mi cabeza. Me cuesta más de lo que creía y me costó mucha terapia reconocer que a mí también me da ansiedad no "estar haciendo".
Como en muchas otras circunstancias, creo que el secreto está en encontrar el equilibrio. Y en esa búsqueda me doy cuenta, me hago consciente de que mi lugar de origen, el país donde nací y crecí tiene mucho que ver en este ir para adelante sin pausa. Acepto que son más las veces en las que pienso en esta habilidad como algo negativo que las veces en las que realmente lo veo como una habilidad. Hoy elijo verla como tal.
Así como mi compañera de taller, expuso angustiada su tristeza y agotamiento por solo ver tragedias en las redes y en los medios por estos días, pienso que seguir adelante no es un acto egoísta, ni desubicado. Creo que hoy, más que nunca, podemos avanzar mientras sigamos teniendo presente que hay mucha gente que necesita ayuda. ¿Puede una persona que está mal ayudar a otra que lo necesita? Difícilmente. De verdad creo que el mundo necesita más gente pasándola bien, trabajando por sus sueños, siguiendo adelante en sus trabajos, sus rutinas, sus estudios. Y eso implica que los emprendimientos sigan funcionando, que la rueda siga girando.
El lanzamiento que casi pospongo.
Hace meses que vengo trabajando en uno de mis proyectos más importantes.
Con Aniko compartimos el amor, la obsesión diría, por la papelería, ya casi no podemos intercambiar washi tapes de la cantidad que llegamos a tener, nos desesperan los stickers, somos grupees de ilustradores japoneses y taiwaneses y hablamos de marcas de papelería como si estuviéramos doctoradas en el asunto (si existiera, nos mereceríamos ese título).
El año pasado organizamos el primer Stationery Trip, el primer viaje de journaling y papelerías a Japón, un viaje que nació de un sueño. Queríamos compartir con otras mujeres nuestra pasión por la papelería, journalear en compañía y dictar talleres. La realidad superó las expectativas y este viaje se transformó en una experiencia creativa única.
Hoy abrimos las inscripciones para la próxima edición del Viaje de journaling y papelería a Japón ¡y la emoción es infinita!.
Esta segunda edición del Stationery Trip será un recorrido de 15 noches por 4 ciudades que elegimos cuidadosamente por su diversidad, su autenticidad y, claro, sus papelerías.
Las inscripciones ya están abiertas y hay precio Early Bird hasta el 18 de noviembre.
Podés conocer más detalles sobre esta experiencia en esta página web y completar este formulario para recibir toda la info.
Muchas gracias por leer hasta acá.
Te leo (en comentarios o por privado si lo sientes).
Car
qué lindo ese viaje por favooooor! Manifiesto sumarme al próximo
Soy psicóloga, decidí estudiar esta carrera desde los 14 años y cada día que abro mis redes sociales veo a personas con problemas de salud mental, veo a otras personas necesitando ayuda de algún otro tipo y la culpa me mata por no poder ayudarlos.
Soy consciente que no todo está en mi control pero estoy perdiendo mi tiempo viendo ese vídeo, leyendo esa columna en el que el mundo pide a gritos una ayuda y en mi caso a pesar de mis esfuerzos, sigo en casa, desempleada, pensando que mi talento se desperdicia y mi vida se me va de las manos.
La culpa me carcome viva cada día últimamente, soy de Colombia y muchas cosas (violentas) han pasado y me cuesta ser indiferente a los demás porque aunque no soy de familia millonaria, soy privilegiada y tenemos lo "necesario" lo cual es un lujo para muchos.