Perfect days.
Una película, mil emociones, la búsqueda de lo extraordinario y una propuesta de escritura.
Sábado, me levanto temprano, voy a la piscina. Nado unos 45 minutos sin pausa en los que aprovecho para poner en práctica algunos ejercicios de respiración que me recomendó la osteópata. Después desayuno en pareja en un lugar que me gusta mucho, hago unas compras de cosas que necesitaba para que mi casa se sienta más hogar. Ordeno, limpio y recibo a una amiga que hacía mucho tiempo no veía y estaba de visita en la ciudad. Me pide que le hable de Traveler’s Company (mi marca preferida del mundo entero) a lo que se refiere con el nombre midori, la acompaño a comprarse su primer travelers, le hablo de marcas, de lo que es Midori y lo que es Traveler’s Company, de conceptos y de ilustradoras japonesas, me dice que soy una nerd de la papelería. Comemos rico y sano, conversamos sin parar durante horas, nos replanteamos la vida entera, nos hacemos preguntas una a la otra porque realmente nos interesa escuchar lo que la otra tiene para decir, mientras hacemos journaling, claro, y tomamos cafecito.
Barcelona está en sus días más verdes del año, los árboles han recuperado todas sus hojas, hay sol pero no hace un calor infernal, ese vientito propio de estar entre mar y montaña es de las cosas que más me gustan sentir. Las últimas semanas creo que hubo menos contaminación en el aire de lo que suele haber y los sábados todo el mundo parece estar bastante feliz.
A la noche, aunque el cielo decía que aún era de día, fui al cine a ver una película que hacía semanas que quería ver.
Perfect days
Empiezan a pasar imágenes de Tokyo y yo siento una electricidad en el cuerpo. Un escalofríos recorre desde mi cabeza hasta mis pies y viceversa, lo que dura la película.
Llevo semanas esquivando reseñas, contenido y comentarios, porque no quería ir a verla con ningún juicio previo. Desde que la película terminó y las luces de la sala se encendieron estuve esperando este momento, el de sentarme con mi ordenador a escribir. Pero, a decir verdad, no sé si estoy segura de qué es lo que quiero decir.
La película deja tantos mensajes que me cuesta ordenar las ideas habiéndola visto una sola vez, pero quiero intentarlo. Estoy practicando improvisar un poco más en mi vida, también en la escritura y en todo eso que hago por simple placer.
Como decía, no soy ni seré la primera en escribir después de ver esta película. Y está bien, porque creo que es la mejor película de los últimos años. Estoy convencida de que no hay ninguna persona que pueda verla sin movilizarse aunque sea un poco.
No pretendo hacerme la especial, pero en mi experiencia (que seguro será la de varios) hay algo más, el escenario…. JAPÓN.
A continuación, una serie de pensamientos y reflexiones, los primeros que pongo en palabras después de ver esta peli que, intuyo, veré mil veces más.
¿Por qué Japón?
El último año me hicieron esa pregunta demasiadas veces. Existe una respuesta simple y rápida que me sacaría del apuro de responder: “por la papelería”. Pero no soy una persona apurada y no me incomodan los silencios, así que cada vez que esa pregunta llega, me tomo mi tiempo para pensar y responder. Aunque la respuesta sea, en esencia, siempre la misma, la voy mejorando o haciendo más fiel a lo que siento, poco a poco.
La primera en hacerme esta pregunta fue M, mi terapeuta, cuando le conté que había tenido un sueño que había sido distinto a todos los demás, y que ese sueño se había transformado en un proyecto de viaje con un grupo de mujeres.
Mi primera respuesta fue la obvia, que en ningún otro lado existe ESE nivel de papelería. Pero ella insistió reformulando la pregunta. Una vez le había contado que había vivido tres meses en Japón en el 2019 y como tiene muy buena memoria soltó “¿Qué te quedó pendiente en Japón?”. Lo pensé un tiempo y creo que la respuesta real llegó un par de sesiones después.
Es difícil viajar en esta época. Dirán que no, que es el momento de la historia donde más facilidades hay para viajar, y es cierto, pero me refiero a otra dificultad. Es difícil viajar a consciencia, dejándose guiar 100% por la intuición, los gustos y los deseos propios. Requiere de un esfuerzo no caer en las interminables listas de cosas que hacer y ver en un lugar o en otro, y a veces aparece esa sensación de que, no importa cuánto tiempo haya durado el viaje, no fue suficiente.
En los tres meses que viví en Japón conocí algunas ciudades y zonas más rurales o pueblos más chicos, pero me quedaron cientos de lugares por conocer. Sin embargo, un otoño entero después del día de mi llegada al país, me fui sintiendo una satisfacción, una tranquilidad y una gratitud tan grandes, que nunca antes sentí al irme de un lugar, y sin ni siquiera pensar en cuándo volvería.
“Quizás es Japón porque es uno de únicos lugares del que me fui satisfecha, sin sentir que había faltado algo”, le dije a M. como parte de una respuesta que ocupó varias páginas de mi diario del momento. Hoy creo que, además, hay algo en la cultura japonesa con lo que conecto a un nivel muy profundo y que tiene que ver con cómo el lenguaje conforma una forma de ver y vivir la vida.
Pero volviendo a la película, no creo que pueda encontrar una separación que divida las veces que lloré o se me pusieron los pelos de punta por lo que estaba sucediendo en la historia, de las veces que lloré o se me pusieron los pelos de punta por las imágenes y los recuerdos que venían a mi mente. Hay percepciones que seguramente compartamos y habrá otras que estarán empapadas de todo mi bagaje, de toda mi experiencia, de todo mi amor.
No sé cuánto de esto que escribo y de todo lo que me hizo reflexionar la película es por la peli en sí o por mi propia historia. Pero da igual. Todo lo que vemos, leemos, escuchamos, más aún si es arte, lo recibimos a través del filtro de nuestra propia experiencia y eso es lo más maravilloso de crear, difundir o consumir arte: que la obra se completa cuando llega al otro lado.
¿Qué hace que un día sea perfecto?
Con esa pregunta en la cabeza salí del cine. Esta película es como un golpe en la cara, no puedes hacerte el tonto, desde que empieza hasta que termina es un recordatorio constante de que un día perfecto puede ser cualquier día, que, incluso, todos los días son perfectos.
El error es que buscamos esa perfección en lo extraordinario, y lo extraordinario, son las cosas que pasan a veces, que ocupan un lugarcito muy chiquito en comparación a lo ordinario, cotidiano, a lo de todos los días.
¿En qué momento y quién nos hizo creer que lo que nos hace felices tiene que estar en esos grandes momentos o experiencias extraordinarias?
Es que lo pienso y no le encuentro sentido. Y sin embargo, son tantas las veces que me veo ahogada en el día a día, aburrida, deprimida, triste, o fastidiada por la rutina, son tantas las veces en las que tengo que hacer un esfuerzo por frenar los pensamientos y mirar a mi alrededor.
Porque es eso, basta con tan sólo frenar un minuto para encontrar algo que nos saque una sonrisa. Hace un rato, volvía a casa después de una jornada de trabajo y en el camino, que son tan sólo tres calles vi:
Un señor que caminaba tocando la armónica al mismo tiempo.
Unas nubes de esas bien formaditas, como las del cielo de los Simpsons y un cielo azul asomando después de días de lluvia.
Los árboles de mi barrio en su verde más intenso, hidratados, brillantes con el solcito de la tarde.
Un nene que volvía solo del cole y mientras esperaba para cruzar la calle hacía jueguitos sin tener una pelota, es decir pateando al aire, con cara de concentración y una sonrisa que me contagió.
¿Acaso no suena todo eso perfecto? Lo es.
Y claro, al mismo tiempo se escuchaban coches acelerando, tocando bocina, un hombre a los gritos peleando a través del teléfono, había un montón de personas fumando en la terraza de un bar y me fumé todo el humo (sorry, los odio), etcétera.
Todo sucede al mismo tiempo, todo el tiempo. Y suena estúpidamente positivista, pero es real que la elección de en qué ponemos nuestra atención es toda nuestra.
No digo que sea fácil, de hecho para mí, en este momento de mi vida especialmente, es terriblemente difícil, pero creo que no perdemos nada con intentarlo.
Hablando de escritura…
La escritura, que es de lo que intento hablar en este espacio, me ayuda a ser más consciente de este proceso. Pero nada es completamente independiente. Mi costumbre de escribir, se alimentó de la historia que vi en el cine, la historia que vi en el cine, me llevó a replantearme aspectos de mi vida y a preguntarme ¿qué vida quiero vivir? (una pregunta que, creo, todos deberíamos hacernos más seguido), si no escribiera no me haría ciertas preguntas, o sí, pero me costaría más encontrar respuestas. Y así, todo se relaciona.
Te invito a que abras tu diario y respondas a esta pregunta ¿Qué cosas hacen que un día sea perfecto? Y no, no fuerces que en tu respuesta aparezcan pajaritos y rayos del sol.
Pero después de responder a esa pregunta y cuando sientas que has terminado, sigue un poquito más, aunque creas que ya no tienes nada que decir, y ahí si, ve por lo simple, por la ducha caliente, por un helado, por una risa contagiosa que escuchaste en el metro, por un edificio lindo por el que pasas cada día.
Notas post peli
Cuando llegué a casa después del cine sentía una necesidad inaguantable de escribir, tenía demasiadas reflexiones simultáneas en mi cabeza, así que me preparé un té, me senté en la cama y en mi libretita a la que llamo “Ideas en mi almohada” anoté paso por paso lo que hice durante el día, un día perfecto, y anoté todas las ideas sueltas que me dejó Perfect Days.
Si te gustaría que comparta por acá un poco más de esas reflexiones, si viste la peli y tienes ganas de dejarme tu comentario o si esta peli también alimentó tu costumbre de escribir, así como alimentó a la mía, te leo más abajo.
Gracias por llegar hasta aquí.
Nos leemos.
Car