Las paredes de mi cuarto eran lilas, un lila cálido que elegí entre decenas de tonos lilas que había en un muestrario. No recuerdo cómo era el piso de esa habitación, el piso en el que cada tarde, me sentaba con la espalda apoyada en el lateral de la cama y donde esparcía mis cuadernos, mis bolígrafos y mis rotuladores.
Lo que sí recuerdo es el acto de sentarme y pasar horas llenando esos cuadernos. Son escenas que se repiten una y otra vez en mi cabeza:
Yo sentada angustiada escribiendo sobre cómo se sentía la vida siendo adolescente.
Yo sentada aburrida copiando letras de canciones
Yo sentada escribiendo reflexiones sobre esas canciones
Yo sentada escribiendo cartas
Yo sentada inventando historias
Mis recuerdos están marcados por la nostalgia, la nostalgia que siento hoy al recordarme siendo muy chica y teniendo dentro mucho para compartir. La nostalgia con la que ya en ese entonces, miraba al mundo. En esos recuerdos, también hay cierta melancolía constante, no porque fuera una niña triste, sino porque la escritura, a pesar de haber sido guiada por las más variadas emociones, siempre fluyó con más facilidad cuando estaba teñida de cierto drama (real o inventado)
Los motores de la escritura.
Hace ya mucho tiempo que reconozco lo fácil que se me hace escribir desde la nostalgia, desde la tristeza, la frustración, el enojo. Que en mis diarios hay mucho más de todo eso que de lo otro: la calma, la alegría, la diversión.
¿Quisiera que no sea así? Sí, y lo intento, y hoy por hoy ya tengo trucos que me ayudan a registrar de todo un poco.
Pero también aprendí a aceptar que hay épocas en las que la escritura es mucho más terapéutica que lúdica y hay otras que es al revés.
Los retiros de escritura me ayudaron a entender que el hecho de que la escritura sea una manera de drenar no solo es normal, sino que es una necesidad.
La escritura a veces (casi siempre) se convierte en un espacio físico y temporal en el cual parar. Frenar a poner en palabras no es otra cosa mas que dedicarle tiempo a la construcción de nuestra propia narrativa. Y para esa construcción primero hay que limpiar, quitar la maleza, preparar el terreno.
No digo que no se escriba desde la felicidad, ni que escribir no sea la mayoría de las veces un acto divertido, al menos entretenido; pero hablo del motor, de esa primera motivación, el impulso que sale de adentro, de las fibras más íntimas, que nos lleva a coger un boli o sentarnos frente al teclado.
Un dolor, un trauma, una falta de algo, el vacío, la búsqueda, la incomodidad, el enojo, la furia, la frustración, un duelo, una perdida, un final, la nostalgia.
Y teniendo esto muy claro creamos los retiros de escritura con Mar Bianco, sabiendo que no hay forma de que todo eso no salga para afuera en un entorno de naturaleza, en un grupo pequeño de mujeres que crean entre todas un espacio seguro.
Pero yo, como creadora de experiencias, no puedo quedarme solo con experiencias que nos lleven tan a lo profundo.
Creo que hoy, entre tanta información, tantos mensajes ya dichos, tanta indicación y bajada de línea, es muy necesario y urgente que podamos recuperar una escritura personal lúdica.
Necesitamos recordar cómo jugábamos en nuestra niñez.
Sin tanto drama, inventando nuestras propias reglas.
Todas las personas que escriben, que leen, que leen sobre escritura, que conversan sobre escritura, en algún momento han pensado o dicho en voz alta o escrito que “la escritura puede ser muchas cosas”. Yo no me canso de repetirlo, no porque necesite recordarlo, sino porque pasa el tiempo y sigo confirmando que la escritura puede ser tantas cosas como necesitemos.
Hace un año más o menos, escribí una entrada para este espacio en la que contaba mi hartazgo de la autoayuda. Había pasado por una librería, me había encontrado con una mesa enorme repleta de libros (muchos de los cuales ya había leído) que entre herramientas y consejos lo que decían es: “puedes hacerlo mejor”. Y ahí me sentí agotada. Agotada de consumir información disfrazada de educación, agotada de leer frases positivas por todos lados, agotada de perderme en palabras de otros y olvidarme de lo que yo tenía para decir.
En un año creo haber encontrado un equilibrio entre libros de ficción y algún otro que me interesa de las categorías “autoayuda, ciencia o no ficción”. Tengo mis altibajos cuando se trata de la información que consumo de manera digital; pero cuando me doy cuenta de que me está entrando demasiado mensaje ajeno al cerebro, hago una pausa y voy a mi cuaderno.
Me invito o me obligo, según el día, a escribir cosas lindas, a decirme lo que necesito escuchar, a criticar el positivismo tóxico que no me ayuda. A volver a la Carla que se sentaba en el piso de su habitación de paredes lilas a copiar letras de canciones, a jugar con una escritura sin tanta forma, incorrecta, espontánea.
Y esto mismo quiero compartir con otros.
En este momento me encuentro creando mi próximo círculo de escritura. Sí, vuelven los encuentros de escritura cotidiana. Vuelven porque entendí de qué manera quiero hacerlo a partir de ahora.
Pero mientras sigo en modo PRODUCCIÓN, voy creando otras experiencias alineadas a todo esto sobre lo que escribí hoy: quiero crear experiencias donde la escritura pueda tomar el rol que necesitemos, en el momento que lo necesitemos. Y quiero, sobre todo, que cada persona que participe de esas experiencias, pueda encontrar su propio motor, sus propias razones, su propia voz.
Al papel
Hoy, solo dos preguntas para responder en tu libreta:
¿Qué frases de las que andan dando vueltas por las redes, aparentemente positivas, te hacen mal o te generan rechazo? ¿Qué necesitas decirte hoy?
Invitaciones
Taller de Escritura y Arte en Barcelona
Si todo esto tiene sentido, te invito a este taller que co-creé con Ingrid, de Amor Amarelo. Un taller en el que te guiaré a escribir sin presiones ni exigencias, para conectar con el amor, la alegría y todas esas emociones lindas de las que, a veces, nos cuesta escribir. Un taller para registrar esa frase que necesitas tener presente a través de los colores, la intuición y, por supuesto, la guía artística de Ingrid.
No necesitas tener experiencia en ningún tipo de actividad artística. Nos encontraremos el sábado 14 de junio en Una Casa Verde, una hermosa casa hecha taller en el Poble Sec, Barcelona. Escríbeme si quieres ser parte.
Gracias por llegar hasta acá.
Nos leemos,
Car
PD.: Si te interesa recibir la información sobre el Círculo de escritura que comienza en septiembre, completa este formulario que te enviaré los detalles ni bien abra las inscripciones.
Me desperté pensando en el poder terapéutico de las cartas (la escritura) y entro aquí y leo tu artículo. El título me llamó la atención… como si el algoritmo hubiera leído mi mente (pero aquí no hay algoritmos y menos con superpoderes haha) me identifico contigo. No tengo diarios tengo “cuadernos del desahogo” les llamo yo jaja con quejas, berrinches, traumas haha, críticas… la verdad es que siempre he preferido ‘despotricar’ en mis cuadernos que con personas, porque las emociones tienen que salir, no se pueden quedar y menos en mi cuerpo. Así que si, escupo mis cuadernos por así decirlo, para eso son. Son como un perro leal, que aunque se te olvide ponerle agua te amará.
Estaré pensando en tus preguntas me han gustado también, hay “pensamiento mágico pendejo” disfrazado de autoayuda que lastima más… pero no he identificado en mi caso cuál puede ser…