Tengo un problema con mi ordenador. La pantalla titila, molesta mucho. Es un error que no termino de solucionar. Lo empezó a hacer en Japón, en mayo del 2023 y después dejó de hacerlo, un poco como por arte de magia.
Ultimamente lo estoy usando poco y cuando lo enciendo, vuelve a suceder, ese parpadeo insoportable que me deja ver lo justo como para que pueda seguir escribiendo, pero lo suficientemente molesto como para que ya tenga ganas de abandonar.
Mi ordenador es una analogía perfecta. Mi ordenador es la descripción gráfica, física, material de mi estado.
Apareció por primera vez al finalizar un viaje que sabía, sería bisagra en mi vida, y lo vuelve a hacer ahora, que el año cambia y me toca tomar algunas decisiones.
Un retiro de escritura, una (otra) crisis existencial activada, un viaje a Argentina, un fin e inicio de nuevo año después…
Quedó lejos el momento en el que pensé para mí misma, “mínimo una vez por mes publicaré La costumbre de escribir”, apuntaba a hacerlo al menos dos veces al mes y eventualmente llegar a la entrega semanal.
Quedó lejos y pasaron cosas.
“Pasaron cosas”, esa forma odiosa y vaga de decir que la vida sigue, siempre sigue, hasta que frena por completo. ¿Acaso no están pasando cosas todo el tiempo? ¿Acaso la vida no es eso, una sucesión de hechos, unos atrás de otros?
“Cosas”, ¿qué palabra es esa?, “cosas” vendrían a ser agobios, colapsos, inseguridades que pensé que ya habían desaparecido, inseguridades nuevas que creí que no tenía. Pasaron encuentros de escritura cotidiana que mantuve en el anonimato, casi como un regalo a mi misma, pasó el primer retiro de escritura personal en Barcelona, pasó una temporada en un trabajo de media jornada que no me gusta, pasó un viaje a Argentina (con toda la intensidad que eso implica), cuestiones de salud, de vínculos, dudas, enojos, risas, llantos.
Pasó mucho en los últimos meses, soy consciente, sin embargo aún hay momentos en los que una vocecita culposa aparece en mi cabeza y me quiere hacer creer que “no fue para tanto”, no como para abandonar esto, porque aunque me quiera convencer de lo contrario, soy parte de este presente en el que si no se publica no existe.
Aunque sepa que sí, que lo que no se comparte también pasa, que lo que no se hace público también es verdadero.
Vengo queriendo volver a este espacio hace días, en verdad siempre quiero volver a este espacio. Pero particularmente hace un mes que quiero volver a escribir acá y no puedo. Si busco algo externo a lo que echar culpas, diría que los balance de año (ajenos) no me dejan.
Miles y miles de balances… ¡BASTA POR FAVOR! ¿Ustedes no están hartos? Díganme que no soy la única que esta terriblemente cansada de ver recortes cinematográficos maravillosos de años ajenos.
Sí, que sí, yo también hice mi balance, definí algunos objetivos. Yo sí, yo lo hago, pero no quiero compartirlo, no me interesa. No me interesa a mi compartirlo y menos les interesa a todos ustedes mi resumen de año. ¿De verdad hay alguien a quien le importe ver el resumen del año de otro?
En fin, quiero volver acá, y hoy vuelvo, aunque no quiera y no vaya a compartir un resumen de año.
Y aparece la pregunta…
¿De qué va “la costumbre de escribir” en enero si no va de balances de año y definición de objetivos?
No quiero ser una hate de los balances ni de la planificación, de hecho tengo una pared llena de post it y hojas con logros, incomodidades y deseos. Estoy trabajando en eso creo que, como nunca antes lo había hecho.
Pero acá me gusta que hablemos de escritura, de la costumbre de escribir, de llenar cuadernos, del hábito que nos trae una y otra vez a las palabras.
Estoy leyendo (diría casualmente, pero no), a Hebe Uhart. Tan directa, al hueso, tan Hebe.
“Puede suceder que el que escribe quiera evadirse de la realidad a través de la escritura, ya sea porque tiene la concepción de que el mundo donde vive es una chatura universal o por otra cosa. (…) La relación entre la rebeldía hacia la realidad y lo inasible imaginario es un buen tema para escribir.”
Leí este párrafo, lo marqué, saqué una flecha que dice “¿Por qué desaparecí?”. Calculo que en ese momento se me vino un párrafo a la cabeza que no escribí y que ahora ya no existe. Pero hace unos minutos que releo ese párrafo y esa pregunta que me hice a mí misma y me doy cuenta de que la respuesta es simple.
Desaparecí intentando encontrar ese balance entre la escritura por placer, esa que aparece con unas ganas directamente proporcionales a mis ganas de evadir la realidad y la escritura que deseo compartir, que es 100% real y que se trata de esto mismo, de la mismísima realidad.
¿Qué pasa con la escritura que no pretende sacarnos de la realidad, sino conectarnos con ella?
Ese párrafo de Hebe me empujó hacia dos lugares:
Un archivo en el que empiezo, poco a poco, a escribir ficción. Pues me di cuenta que a veces quiero (necesito) ser del club de los escritores que escriben para evadir la realidad.
Este archivo, esta hoja en blanco en la que, una vez más, me siento a escribir a presión.
Porque sí, porque a veces, la mayoría de las veces, la costumbre de escribir (y de cualquier otra actividad artística y creativa) necesita ser forzada, necesita hacerse incluso sin ganas, incluso cuando pareciera que cualquier otro plan es mejor. Pocas veces el proceso creativo se ve como en Instagram, y son muchas las que la mente, el cuerpo o la emoción insisten en procrastinar esto que una vez que lo haces se siente tan bien.
El viernes a la tarde me fui a tomar un café que se transformó en cerveza con un amigo músico, hablamos horas sobre las pasiones y sobre lo vacías que serían nuestras vidas sin esto, la mía sin la escritura, la de él sin su música. “Siento que las horas que paso aprendiendo de música es tiempo de calidad”, me dijo.
“Nunca me arrepiento de una hora escribiendo, como nunca me arrepiento de una hora nadando”, le respondí.
A veces, volver a lo que nos hace bien se hace difícil y sólo necesitamos una cerveza con un amigo para recordar que la única forma de sentirnos satisfechos, es dedicando tiempo a nuestro deseo creativo.
Feliz 2024.
Feliz vuelta a La costumbre de escribir.
Brindo por un año de una costumbre más compartida, de más palabras, de más intercambio. Y brindo por mi ordenador, para que deje de parpadear.
¿Cómo empezó el año tu costumbre de escribir? Contame en comentarios, charlemos un poquito.
Empecé escribiendo. Espero finalmente incorporar el hábito de sentarme a escribir :)
Nunca me arrepiento de una hora de escribir. Directo al ♡