Volví, creo.
¿Qué significa vacaciones?¿Sanar si o sanar no?¿Qué nos conecta con un autor?¿Qué lugar ocupan nuestras ideas?
Volví. O al menos eso se supone.
Volví hace dos semanas, en ese avión que despegó con demasiada demora y demasiado barullo, de esa isla donde pasó tanto. Digo pasó, pero pienso sentí.
Se supone que volví ese domingo, pero el martes siguiente me senté a escribir sintiendo que una parte de mi cerebro se quedó ahí, en esa isla tan verde, tan griega.
Desde entonces, traté de sentarme a escribir en el ordenador una y otra vez, pero la escena terminó siempre igual, abriendo el cuaderno y yendo al papel.
En las dos semanas que estuve de viaje (de vacaciones, sin Instagram, casi sin usar el teléfono) mi costumbre de escribir fluyó sin sobresaltos. Quiero decir, que mi costumbre de escribir volvió a ser mi gran refugio. Mi diario se convirtió en ese espacio donde relatos de un viaje, reflexiones, observaciones, registro de emociones y ataques de ansiedad combinaron sin esfuerzos.
Mi diario, mi refugio. Y sin otra distracción, las palabras pidieron salir.
No quiero decir que escribí mucho por el simple hecho de no haber tenido redes sociales a mano (me pregunto cuánto es mucho). También leí, leí de manera desenfrenada, leí muchas horas por día, y ... ¿hay acaso algo que alimente más a la escritura que la lectura de otros autores?
Ayer fue mi límite autoimpuesto. Como los viernes salgo del trabajo (me gusta decirle “el otro”) temprano, decidí que al salir iba a ir directamente a una biblioteca a la que hace mucho quiero ir para escribir esta entrega que hace muchos días quiero escribir. Ambas cosas, el deseo de conocer esa biblioteca y el deseo de volver a este espacio se encuentran en el factor tiempo, en la postergación del deseo para más adelante.
La biblioteca queda “lejos” (Carla porteña dándome un golpe por usar la palabra lejos en Barcelona) y la bicicleta que saqué del Bicing se quedó con los frenos trabados y tuve que hacer el doble de esfuerzo. La humedad de estos días no ayuda, así que llegué, además, sudada. Me alivió sentir el aire acondicionado exagerado que minutos después me obligó a abrigarme.
Como cada vez que llego a una biblioteca nueva, la recorro con lentitud, primero con la mirada, luego doy pasos cuidadosos. Identifiqué varias zonas donde podría sentarme a escribir, pero decidí que antes de eso necesitaba secarme el sudor, bajar las pulsaciones, aclimatarme, cambiar el mood rancio que traía del “otro”, terminarme el café que compré en el camino y leer un poco.
Me dirigí hacia una zona de hamacas y ese tipo de silloncitos colgantes que son como esferas mecedoras somníferas y en vez de seguir con mi lectura actual, manoteé de un estante al azar Las vulnerabilidades de Elvira Sastre. En frente mío, un ventanal, una pared enorme de cristal, al otro lado, árboles, más atrás nubes grises y blancas y unos rayos de sol que se colaban cuando encontraban lugar. Había leído los primeros cuatro capítulos cuando mis ojos se empezaron a cerrar y el solcito me empezó a dar en la cara, como una señal del más allá queriéndome decir que era hora de levantarme y ponerme a escribir, pero sin saber que esa señal, para mí, significa exactamente lo contrario. No me resistí ni un segundo. Me desperté 30 minutos después al escuchar unos pasos muy cerca que activaron la alarma de la vergüenza y me dieron fuerza para llegar hasta una mesa donde escribir.
Abrí el ordenador con la intención de terminar de una vez esta entrega pero sabiendo que eso no iba a pasar. Así que después de haber ido a una biblioteca a dormir la siesta, hoy, sábado, me siento en mi estudio a cumplir con mi misión.
Estas últimas dos semanas, desde que volví de mis vacaciones, me sirvieron para darme cuenta de que esta entrega me costó tanto porque había muchas cosas que quería decir, así que decidí dejar de procrastinar y hacer de esta publicación un rejunte de pequeñas reflexiones.
¿Qué son las vacaciones?
Este fue el primer viaje de “vacaciones” que hice en los últimos 7 años. Me refiero a la idea tradicional y generalizada de vacaciones: cierta cantidad de tiempo de descanso en la que no tengo que trabajar y que me desplazo hacia un lugar para conocerlo o vivirlo con una rutina diaria que difiere en mayor o menor medida de la que tengo el resto de los días del año. Pero… ¿acaso se puede generalizar el término vacaciones? Siento que no y a la vez me preocupa darme cuenta de que cada vez le encuentro menos sentido a la generalización.
Por momentos, entiendo la necesidad de poder encontrarnos con un otro a través del lenguaje, pero siento que cada tanto deberíamos someter a revisión nuestras creencias sobre determinados actos. Viajar no siempre significa estar de vacaciones, viajar no siempre significa estar feliz y viviendo un momento de disfrute absoluto, vacaciones para algunos es estar tirado en una playa tomando sol, para otros escalando una montaña, para otros reventando tarjetas de crédito en centros comerciales. A lo que voy es a que no deberíamos sacar conclusiones demás a partir de una palabra.
Pensaba en esto cuando leía lo que escribí en mi cuaderno los primeros días de vacaciones. Si sabes que alguien que conoces está en una isla griega de vacaciones en pleno verano, ¿pensarías que esa persona podría estar sufriendo de ansiedad?
Leo mi diario y tomo consciencia de lo que me costó desconectar los primeros días. No tenía redes sociales, casi no hablaba con nadie por WhatsApp, nadé desde el primer día al menos 4 o 5 veces por día, leí muchísimo, y sin embargo mi cerebro estaba enganchado a todas esas cosas que le generan ansiedad.
Calculo que tomar la decisión de aprovechar el viaje para lograr un descanso real de tanto estímulo y reconectar con lo que sentía que necesitaba fue el primer paso para lograrlo. Pero no fue fácil llegar a ese punto y los primeros días podía sentir cómo todo mi cuerpo luchaba contra el estrés: dolor de cabeza pesado y constante, bostezaba sin parar, como necesitando dosis extras de oxígeno para hacer lugar; mareos después de nadar, el café me daba temblores y la comida me caía super pesada.
Me llevó unos días aclimatarme al entorno e ir decidiendo qué actividades quería hacer y a qué ritmo quería vivir ese viaje.
Creo que parte de elegir no vivir en piloto automático y de cuestionarse las cosas tiene que ver con darse cuenta de que ese proceso de cuestionamiento incluye todos los aspectos de la vida, incluyendo preguntarse a uno mismo: ¿qué son las vacaciones para mi y cómo quiero vivirlas?
A esta altura ya debes saber que esta es la parte en la que te recomiendo que no te hagas esas preguntas al aire, sino que escribas las respuestas que te vienen a la cabeza en tu diario, al menos para mí es la única forma de llegar a una verdadera conclusión (aunque no siempre inmediata).
En qué quedamos, ¿sanar si o sanar no?
La primera semana de vacaciones paré en una parte de la isla que tenía un rollo medio yogui (me refiero a yogui como un concepto más que como la actividad en sí misma). A medida que pasaban los días fui descubriendo grupos de mujeres cantando mantras en la playa, personas teniendo conversaciones filosóficas e existenciales en el cafecito bio del pueblo, el sector nudista en la playa, un espacio repleto de folletos de retiros espirituales próximos a suceder, personas meditando, y un largo etcétera.
El contenido sobre autoconocimiento y bienestar que circula en las redes se divide entre los que van por el camino de sanación y los que te aseguran que no hay nada que sanar. Una vez más, los extremos apareciendo, ahora en forma de terapias y autoayuda. En esta entrega hablé un poco de lo que me viene pasando con la información de este tipo, pero más allá de mi saturación ante tanta información, reconozco que estamos en un momento donde cuidarse a uno mismo pasó de ser una necesidad y una elección a ser casi una obligación.
No vengo a reflexionar sobre esto, de hecho siento que es un tema demasiado extenso y que acepta todas las posturas. Tampoco siento que tenga una conclusión, pero sí muchas preguntas… ¿Desde qué lugar elegimos experiencias para conectar con lo que nos pasa? ¿Quiénes son las personas que crean espacios para este tipo de experiencias? ¿Cuántas personas se suben a la ola de ciertas terapias porque es lo que ahora “hay que hacer” y cuántas realmente resuenan con eso? ¿Qué tipo de experiencias quiero crear yo alrededor de la escritura y la creatividad?
La segunda semana paré en una parte de la isla más céntrica, más concurrida y pasé de los atardeceres en silencio rodeada de personas en su propia nube pero sin molestar a nadie y con la atención plena en ese momento, a pasar los atardeceres rodeada de música de chiringos que no quería escuchar, personas fumando un cigarrillo atrás de otro y viviendo el atardecer a través de la pantalla de sus teléfonos. No pretendo levantar el dedito acusador y respeto las elecciones de todos, tampoco me gustan los extremos, pero creo que ya debes saber que, si tengo que elegir, me quedo con la moda “new hippies”.
Ese día en mi cuaderno escribí:
Me fui de los atardeceres rodeada de personas desnudas flotando en el mar y llegué a los atardeceres rodeada de personas con teléfonos en mano.
Me gusta volver a mis cuadernos y encontrarme con que están repletos de frases sueltas y micro reflexiones como esa.
A veces, escribir se trata de una sola oración, incluso una palabra.
Leer como si no hubiera mañana.
Después de semanas a pura lectura quiero escribir sobre uno de los últimos libros que leí y que creo, influyó MUCHO en que mi costumbre de escribir se sostenga sin esfuerzos.
La ciudad y sus muros inciertos fue el mejor reencuentro que podía tener con Murakami. Hubo una época en la que me obsesioné con su forma de contar y me perdí en sus historias que por momentos me trasladaban a otras dimensiones. No me encanta todo lo que compone sus libros, pero en aquel momento había algo que me atrapaba, sus personajes, sus conflictos, el escenario de cada escena. Después me cansé y lo abandoné.
Hace poco leí After Dark y por un momento dudé si mi amor por la escritura de Murakami había sido un amor pasajero de aquella época. Por suerte, nunca sentencio a muerte a un autor, mucho menos, si existió un momento en el que me haya dado mucha satisfacción.
La ciudad y sus muros inciertos es lo más Murakami que leí hasta ahora.
La realidad puesta en duda constantemente, los personajes que se cuestionan su existencia, el sentimiento de no sentirse parte de lo que, se supone, uno debe sentirse parte, la relatividad del tiempo, la conexión con el todo, el mundo onírico. Cuando la fantasía y la realidad se mezclan, los límites quedan difusos, y eso es lo que más disfruto de la lectura de sus libros.
Además, siento que a esta altura de su carrera, Murakami se da ciertos permisos, como por ejemplo, hacer ciertas aclaraciones en el epílogo de la obra, y eso me encanta. En esa sección, el autor cuenta que esta historia nació muchos años antes y que había sido publicada en una revista como un relato corto con el que él mismo no quedó conforme:
Aquel viejo relato aglutinaba una serie de elementos que para mí son de gran importancia. Pero en aquel momento no disponía todavía de la habilidad necesaria para plasmar aquellos elementos.
Te comparto esta frase como recordatorio de que todo lo que escribimos es importante y que nunca sabemos qué de todo eso que escribimos puede traernos una nueva historia para contar.
Hacer lugar para darle forma a ideas nuevas
Corté de raíz los estímulos externos que me molestaban y a medida que el ruido mental bajaba su volumen, era como si una marea interna también calmara su ritmo.
La creatividad necesita silencio, necesita descanso, tiempo de ocio, tiempo de no hacer nada.
Varias de las ideas tengo en mi cabeza, empezaron a tomar forma y si bien hay muchas cosas que todavía no sé cómo voy a llevar adelante, estoy intentando ir de a una cosa a la vez.
Cuando volví, volví a entrar en Instagram desde mi ordenador, revisé mensajes, vi algunas publicaciones, algunas historias de gente random, y me agobie y lo cerré. Y decidí que iba a seguir sin Instagram en mi teléfono por tiempo indefinido. Y después pensé en cómo voy a hacer para alimentar mi trabajo sin redes sociales y apareció una mano de ansiedad queriendo recordarme que ahí está, siempre lista. Y me respondí que tranquila, que no tengo que pensar en eso ahora, que no todos los trabajos funcionan por, para y gracias a Instagram y que ya voy a encontrar la forma. También hablé con mi amiga R. que me recordó que el cómo no es lo importante y ahí la mano de ansiedad desapareció hasta nuevo aviso.
Esta semana enviaré la información de los Encuentros de escritura cotidiana a todas las personas que completaron este formulario. También publicaré algunos detalles en este espacio.
Empezamos los primeros días de octubre.
¿Qué son los Encuentros de escritura cotidiana?
Solía ser un círculo quincenal de escritura que se renovaba de manera trimestral. Funcionó de esa manera durante mucho tiempo y me hizo muy feliz. Sin embargo, el último tiempo empecé a sentir la necesidad de algo más consistente. El objetivo de ese espacio es construir la propia costumbre de escribir. No es un taller literario, por lo que no ponemos el foco en los estilos, en la perfección gramatical o en la calidad literaria de excelencia (aunque he visto un crecimiento extraordinario en mi propia escritura y en la de quienes participan). Lo más importante es la construcción de un hábito para aquellas personas que realmente desean hacerle un lugar a la escritura en su cotidianidad. Un hábito que podrá ser diferente en cada caso y al que cada participante le asignará sus propias reglas y naturaleza.
Por eso, y porque el intercambio y el sostén de un grupo me resultan fundamentales, es que los Encuentros de escritura cotidiana tomarán la forma de un círculo semanal de escritura de duración anual, con un ritmo más lento pero consistente. Como un gimnasio o un club al que acudiremos una vez por semana para mover no solo los músculos de la mano que escribe, sino también, los hilos de la memoria, de las experiencias del presente, de las emociones y de la imaginación. Jugaremos con nuestra creatividad, nos sumergiremos en lo que llevamos dentro y nos veremos en las palabras propias y en las de quienes elijan ser parte de este espacio.
Si te gustaría ser parte, completa este formulario para recibir toda la información.
Podría seguir escribiendo un largo rato. Es curioso, durante las vacaciones en ningún momento extrañé Instagram, pero sí pensé mucho en esta plataforma. Definitivamente es acá donde encontré un espacio donde me siento cómoda reflexionando a través de mi escritura y compartiendo un poquito de la vida misma.
Tengo muchas otras reflexiones que me gustaría compartir y debatir acá. Pero por hoy creo que ya es demasiado.
Gracias por llegar hasta acá.
Te leo,
Car