Dime cuándo eres flexible y te diré quien eres.
Sobre la adaptación, los cambios, la flexibilidad y cómo todo interfiere en nuestra escritura.
Abro el cuaderno y escribo que últimamente doy muchas vueltas. Me refiero a las vueltas que doy para tomar ciertas decisiones. Entro al supermercado y me cuesta unos minutos recordar a qué fui y qué era lo que necesitaba, entonces me pongo en automático y resuelvo. Pero doy vueltas y las decisiones que me cuesta tomar son las más simples y cotidianas.
Hace días (¿semanas?) que doy vueltas, por momentos estoy acelerada, siento que volví a entrar en una rueda. Una rueda que no es mía, que va a un ritmo que no me es propio. Doy vueltas. Porque mi rutina ahora es distinta, mi vida dio un par de giros, de esos que estaba pidiendo, de esos que cuando pido con fuerza se cumplen. Los pedí, los quería, los necesitaba, pero eso no significa que estuviera preparada.
Mi rutina ahora es distinta a la que era hace un mes atrás. Me gusta más, pero aún no la siento propia, aún no la hice propia. Por eso, creo, doy vueltas. Y cuando freno no sé qué hacer, no se cómo quiero usar mi tiempo. O lo sé, pero no me acuerdo cómo era. Dudo. Dudo si sentarme a escribir en mi cuaderno, si sentarme a escribir en la compu los artículos para Micelia que tengo dando vueltas en mi cabeza, si sentarme a journalear, limpiar la casa, salir a pasear, llevarme o no el ordenador, o un cuaderno o un libro, o socializar, socializar con los de acá, con los de allá, o mejor quedarme en casa en posición horizontal, o ir a entrenar que, al final, cuando activo el automático, es lo que termino haciendo.
Y entro al super y no sé qué llevar. “Creo que estoy cansada de tomar decisiones”, me digo a mi misma.
Mi vida, decía, cambió bastante de la última entrega hasta ahora. Por eso y por semejante borrachera de vulnerabilidad que me pegue con aquel escrito, me costó volver a este espacio. Por eso y porque, la verdad, mi costumbre de escribir desapareció casi por completo durante muchos días.
Viajar y no escribir.
Hace un mes (y días) estaba en la montaña, terminando unas vacaciones de una semana que quise y pude tomarme en el momento que más lo necesitaba. Viví unas vacaciones que fueron perfectas, pero esto puedo asegurarlo ahora, porque en ese entonces, por un momento, sentí que había fracasado (si, en las vacaciones). Calculo que el temita del estado de supervivencia, la costumbre a la frustración y a todas esas emociones del mal que se juntan para hundirnos en las profundidades de la angustia, no se van de un día para el otro, y por eso uno puede sentir que fracasa hasta para tomarse vacaciones.
Mis vacaciones tenían un plan: eliminar redes sociales (Instagram, llamémoslo por su nombre), desaparecer lo más posible del Whatsapp, leer como si no hubiera un mañana, caminar por la montaña, tomar té y vino y escribir, claro. Digamos que casi cumplí con el objetivo, casi, excepto por la escritura.
El 31 de marzo, un ratito antes de emprender la vuelta a casa, abrí mi cuaderno de escritura, y escribí:
“Viajar fue siempre mi mayor inspiración para escribir, o al menos eso pensaba, de eso me convencí. No sé si es que ahora me doy cuenta de que eso no es verdad o es que, simplemente, entendí que no todos los viajes me inspiran escritura.
Es la segunda vez que agarro mi cuaderno en toda una semana donde mi expectativa era escribir, leer y journalear exageradamente. En su lugar, caminé entre bosques y montañas, caminé en la altura, sobre hielo, nieve y charcos, con un calzado que lejos estaba de ser el adecuado. Pasé tiempo sentada en el coche observando los paisajes que tenía en frente, hice fotos, dormí siestas, leí mucho, miré mucho por la ventana. Y después de todo eso, hoy, a punto de volver a casa, me siento y escribo algunas líneas.
Quizás, este viaje me sirvió para reflexionar, para meditar sobre la idea de que no soy “Carla, la que escribe”. Sino que puedo ser esa Carla, que escribe, pero que también viaja y no necesita poner en palabras cada uno de esos viajes.”
El texto sigue un párrafo más en el que me pongo muy reflexiva sobre mí misma y después de la última entrega, me propuse volver a encontrar los límites que quiero trazar en este espacio.
No sé si esta vez tengo una gran reflexión para compartirte. Pero sí quiero quedarme y dejar registrado en este espacio ese momento en el que reconocí y acepté que mi deseo de escribir también puede volverse flexible y que no fracaso si no aprovecho un momento, entorno o contexto ideal para la escritura. Menos aún si en su lugar estoy haciendo otras cosas que también me conectan con el disfrute (otro capítulo el de permitirse el disfrute).
Sobre la flexibilidad.
¿Alguna vez te preguntaste si eres tan flexible con vos mismo como lo eres con los demás?
En abril terminó el primer trimestre de Encuentros de escritura cotidiana, la edición presencial de Barcelona. Durante todo el mes, recibí muchísimas consultas sobre la continuidad de ese círculo de escritura. Sin embargo, gracias a mi flexibilidad, la que sé que tengo hacia afuera, hacia todo lo que me rodea (personas, lugares, contextos, situaciones), entendí que en este trimestre que empieza, el círculo debía seguir en formato online.
Al mismo tiempo que una parte mía se frustraba porque no había cumplido con todos los objetivos que se había puesto para las vacaciones (leo objetivos y vacaciones en una misma oración y me quiero abofetear a mi misma), otra parte empatizaba completamente con el inicio de la temporada primavera/verano y los ritmos propios de la ciudad en la que vivo y no dudaba ni un minuto en tomar la decisión de cambiar las condiciones de los encuentros.
Creo que también tiene que ver con el lugar que ocupan en mi vida los Encuentros de escritura cotidiana. Decía al principio que mi costumbre de escribir había desaparecido casi por completo. Casi, gracias a que existieron esos encuentros. “Ofrecemos lo que necesitamos”, dicen, y si hay algo que repito siempre es que los encuentros de escritura, nacieron porque los necesitaba tener esos espacios para que, en épocas turbulentas o demasiado tranquilas, mi costumbre de escribir no se viera abandonada por completo y se sintiera acompañada por otras personas que a su vez también están buscando la forma de procesar la propia existencia.
No creo tener un ejercicio en particular para recomendarte hoy. Incluso, creo que prefiero recordarte que no tener ganas, o descansar de tu práctica también está bien. Pero en cualquier caso, no te olvides que a veces, nuestra practica creativa, la que sea que lleves adelante, necesita de compañía, necesita de esa energía que se genera cuando varias personas se juntan a hacer algo con la pasión compartida.
Nos leemos pronto.
Car
PD.: El jueves 9 de mayo empezamos un nuevo trimestre de Encuentros de escritura cotidiana. Un círculo online de escritura con lugares limitados porque me interesa el intercambio y que sea un espacio seguro donde todos se sientan cómodos. Quedan algunos lugares. Si quieres ser parte, déjame un comentario para que pueda enviarte todos los detalles. Las fechas de los encuentros serán:
Jueves 9 de mayo, 23 de mayo, 6 de junio, 20 de junio, 4 de julio y 18 de julio a las 19 horas (hora España).