Durante un tiempo intenté entender mejor cómo respondo ante las fases de la luna y las energías astrológicas. Pero aunque me gusta leer, aprender y reflexionar sobre ciertos temas, no me sale bien eso de planificar y actuar de acuerdo a las energías que andan circulando, ni a las fechas, ni a las lunas.
Ya aprendí que hay ciertas cosas que necesito hacerlas desde el impulso del momento. “La costumbre de escribir” es y será una de esas cosas.
Anuncié “La costumbre de escribir” el 14 de febrero, el día de los enamorados. Yo no veo relación entre una cosa y la otra, pero podría haberme subido a ese tren para aprovechar el tema del amor como disparador para esta primera entrega.
Hablar del amor por la escritura, contar cómo mis cuadernos fueron el espacio donde ir a confesar mis primeros amores y desamores, o cómo fue, mucha mas veces, un lugar donde inventarme historias, pensamientos y hasta emociones que ni siquiera sentía de verdad.
En fin, podría usar al AMOR como disparador pero, a decir verdad, las temáticas universales no suelen servirme, necesito escarbar un poco más.
Pensando en esta primera entrega me di cuenta de que lo malo de haber procrastinado tanto este espacio es que tuve más tiempo para acumular ideas y escritos en mis cuadernos, en el ordenador, en el teléfono, en la servilleta de un bar, en el ticket que encontré en un bolsillo una tarde.
Pero voy a empezar por lo que fue el último empujón para animarme a hacer todo esto.
Un poco de contexto…
Soy una persona que hace muchas cosas. Lo que quiero decir es que trabajo en muchos proyectos a la vez y siempre estoy pensando en una idea nueva, en especial los últimos años.
El último empujón tocó mi espalda la semana en la que empecé a recibir formularios con solicitudes de información para el viaje de journaling y papelería a Japon que haré en abril (de este viaje hablo).
Una de las preguntas del formulario pedía al interesado que nos contara qué lo impulsaba a hacer este viaje, por qué quería hacerlo y por qué con nosotras.
Las respuestas fueron variadas y era precisamente eso lo que buscábamos. Si bien las puertas de esta propuesta estaban abiertas a todo el mundo, al ser un viaje con una temática específica, necesitábamos asegurarnos de que podíamos cumplir con las expectativas de quienes se sumaran.
Pero el tema del viaje es un capitulo a parte del que ya hablaremos (o no, ustedes dirán).
“Quiero escribir pero…” (la frase mas repetida y con más variedad de peros que vi en mi vida)
“Me gustaría aprender a escribir y este viaje me parece un buen impulso”
“Quiero hacer este viaje porque quiero escribir mas”
“Me encantan los cuadernos y las cosas de papelería pero no tengo nada que escribir o no tengo nada con qué llenarlos”
Podría seguir.
Pero a la vez, sucedía en otro espacio, la otra fuerza para el empujón.
En líneas generales no me siento abrumada cuando estoy con muchos proyectos al mismo tiempo, pero hubo algunos momentos en los que con bajar al papel todo lo que tenía que hacer y todo lo que sentía, no me alcanzaba. Fui a mi sostén.
Les conté a mis amigas de toda la vida sobre todo lo que venía haciendo y, en especial, sobre este espacio y sobre los proyectos de escritura que están dando vueltas en mi cabeza.
Una de mis amigas, me respondió: “Necesito que hagas eso, quiero escribir más y necesito ayuda. Escribo, pero siento que siempre termino haciendo listas de todo lo que tengo que hacer, lo que tengo que cambiar, lo que tengo pendiente. Me frustro cuando veo que siempre termino haciendo lo mismo”
Ese día hablamos mucho sobre la escritura, las que ya tenemos el hábito compartimos nuestras experiencias y todas expusimos nuestras excusas, que no por casualidad, son las mismas (y que las de la mayoría de la gente que conozco).
Podría escribir semanas enteras sobre excusas pero por ahora, me alcanza con decirte que si te sentís identificada con el “quiero escribir pero…” te entiendo y a mi también me pasa.
Quiero escribir pero…
Hace unos años leí un libro que decía que no importa qué estás queriendo escribir o por qué estás queriendo escribir, siempre, siempre, al sentarte en la mesa frente a tu cuaderno o tu teclado, aparecerán las excusas en tu cabeza. Tengo que llamar a María, tengo que pedir cita con tal médico, me olvidé de servirme un vaso de agua, qué frio voy a preparar té, hay tierra en los muebles del living, tengo que limpiar los vidrios, me llegó un mail, respondo este WhatsApp y me pongo a escribir.
Es que el primer desafío que nos presenta la escritura es el de sumergirnos en nosotros mismos, escribamos o no ficción, escribamos o no para ser leídos. El acto de la escritura siempre es, primero, un encuentro con lo que llevamos dentro. Y eso, puede resultar aterrador.
De a poco, iré escribiendo más sobre esto, sobre las excusas y sobre la necesidad de buscar estímulos como un gran viaje para sentir que tenemos algo que contar. Ese sentimiento también lo conozco.
Pero hoy te propongo que empecemos por lo que podríamos llamar el principio.
Estamos acostumbrados a ir detrás de un objetivo, a que todo tenga un fin y un propósito, y eso, la mayoría de las veces está bien. Incluso con la escritura tenemos un objetivo, siempre.
Pero creo que en este caso es distinto, debería ser distinto.
Cuando hablamos de la escritura que, en principio, no pretende ser publicada, es importante que sepamos qué nos lleva a querer escribir, pero a la vez, ponerle un límite a esas razones. No necesitamos tener una razón super específica con la escritura. Basta con sentir la necesidad, la curiosidad o las ganas. Basta con sentir que tienes algo que poner en palabras o intuir muy dentro tuyo, que la escritura podría ayudarte en este momento de tu vida.
Al papel
En el post de presentación te invité a que completes una frase con tus razones.
Hoy te invito a que sigas ese ejercicio y respondas a estas preguntas:
¿Qué lugar ocupa hoy la escritura en tu vida?
¿Qué lugar quisieras que ocupe la escritura en tu vida?
¿En qué sientes que puede ayudarte la escritura de lo cotidiano?
Luego te propongo que hagas el esfuerzo de pensarte en tu niñez, busca tus primeros recuerdos escribiendo, en la escuela, en tu casa practicando, con lápices o la primera vez que usaste una pluma
¿Cuáles son tus primeros recuerdos con la escritura?
A medida que has ido creciendo:
¿Escribías fuera de las responsabilidades escolares o académicas?
¿Eras de escribir cartas?
¿Tenías tus materiales preferidos?
Conectar con los momentos en los que empezaste a vincularte con la escritura te ayuda a recordar que ya sabes escribir, que no necesitas tener habilidades literarias para hacerlo, que puedes permitirte errores gramaticales y faltas de ortografía, porque al menos por ahora, lo estás haciendo solo para ti misma.
Escribiendo esta entrega recordé algo que hacía en mi pre-adolescencia.
Me gustaba mucho escribir, llenar cuadernos, pegar stickers, “hacer cartelitos”, pero a veces me sentaba en el piso de mi habitación con todos mis materiales y no sabía qué escribir. Siempre me acompañaba la música, entonces lo que hacía en esos momentos era copiar la letra de una canción (especialmente las que eran en otro idioma), buscaba en el diccionario las palabras que no entendía o que me llamaban la atención, le sacaba flechitas y luego, esa letra a veces me inspiraba a escribir.
Como disparador extra hoy te dejo este ejercicio:
Copia la letra de una canción que te guste mucho o que llame tu atención (si es en un idioma que no es el tuyo, mucho mejor)
Analiza la letra, marca las palabras que no conozcas si es en otro idioma o las que te gusten o llamen tu atención.
Luego escribe una página sin parar de lo que te hace sentir esa canción por su letra o su música, en qué te hace pensar, qué recuerdos te trae.
Me encantaría que me respondas o compartas en comentarios el link de la canción que hayas elegido así convertimos todos juntos a esta entrega en una playlist disparadora de escritura.
Gracias por estar del otro lado, nos leemos pronto.
No sé de quién heredaste lo de la escritura pero creo que yo lo voy a heredar de vos!!! Me dieron unas ganas de escribir que nunca tuve!!!! Te prometo empezar!!!!
Al final no me va a quedar más remedio que dejar de leerte en el trabajo, en el metro, en el sofá, y hacerlo con tiempo, tranquila y, sobre todo con el cuaderno dentro para responder a las preguntas que planteas. ¡Así que volveré y te responderé!